Astrologia Antiga

La Comida y la Astrología Lunar Antigua

MadeleineLemaire_Selene_

Aurelio Pérez Jiménez

Universidad de Málaga

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     1. Te invoco a ti, que posees todas las formas y muchos nombres, bicorne diosa Mene, cuya imagen no conoce nadie, salvo el que hizo el cosmos entero, Iao, el que te configuró para los veintiocho esquemas del cosmos, para que completes toda idea y des espíritu a cada animal y a cada planta, para que seas benéfica, tú, que desde la sombra creces hacia la luz y desde la luz terminas en las tinieblas (tú, que comienzas a ir a menos)1.

1. PGM, VII col. 22, 756-766. Traducción de Mª Dolores Sánchez Romero, en Textos de magia en papiros griegos, Madrid 1987, pág. 230.

     En esta plegaria del mago, que nos ofrece fórmulas y recetas para convertir a la Luna en ejecutora de sus planes, se resume toda la filosofía que hace del astro más cercano a nosotros un sujeto divino de referencia para las actividades del hombre antiguo. Viene a nuestro recuerdo la última parte del poema hesiódico, en la que los días del mes se llenan de contenido mágico-religioso, de supersticiones y de ingenua racionalidad campesina2, por la misteriosa transformación de Selene de sombra en luz y de ésta en tinieblas. Nos vienen al pensamiento también las magas tesalias de Platón, de los líricos latinos, de Plutarco, de los papiros mágicos, con su vana pretensión de ‘coger la luna’. Y, cómo no, evocamos el afán mágico de la Simeta de Teócrito (Idilio 2), tratando de recuperar al hombre que la há abandonado com sus rituales estribillos dirigidos a la Luna:

ΐυγξ, έλκε τύ τηον έμόν ποτί δώμα  τόν άνδρα y ϕράζεο μευ τόν έρωθ όθεν ΐκετο, πότνα Σελάνα.

2. Una interpretación en este sentido, que cuenta con la autoridad también del Comentario a Trabajos y Días de Plutarco (frgs. 101-112 Sandbach), puede leerse en nuestro trabajo “Los Días de Hesíodo: Estructura Formal y Análisis de Contenido”, Emerita 45 (1977), págs. 105-123.

     Que la Luna ha sido causa de miedos, supersticiones y veneración en el mundo antiguo no es, pues, ningún secreto. La literatura griega y latina está llena de ejemplos, como puede leerse en los libros de Claire Préaux y de Sophie Lunais3. Nombres como Mene, Selene, Ártemis-Diana, Perséfone-Proserpina, la inefable griega Hécate y la egipcia Isis han completado un panorama religioso que preside la cuna, el desarrollo y la madurez, pues aún no está muerta, de la astrología grecorromana.

3. C. PRÉAUX, La lune dans la pensée grecque, Académie Royale de Belgique, Bruxelles 1973; S. LUNAIS, Recherches sur la Lune, I, Leiden 1979.

     Y dentro de ésta, de la astrología, los alimentos, las comidas –y los banquetes– con su proyección social, que la tienen y mucha en el mundo helenístico-romano, han ocupado un puesto nada desdeñable desde los primeros balbuceos astrológicos del hombre clásico. La lectura de los pocos textos que conservamos sobre καταρχαι o interrogationes4, así lo demuestra. Por desgracia, el estado fragmentario en que nos han llegado la mayoría de esos textos –muchos de ellos conocidos, además, por la tradición bizantina y árabe– dificulta a menudo la distinción entre los elementos greco-egipcios y romanos y los de origen indio, judío o medieval en esas doctrinas astrológicas. Por lo que atañe a las influencias astrales sobre la comida, salvo alusiones literarias más o menos directas, casi todo se contiene o está sugerido en los tratados que nos ha dejado la Antigüedad. Con obras como las del Corpus Hermeticum, los poemas de Manilio, Doroteo Sidonio y el Pseudo-Manetón, los tratados de Vetio Valente, Tolomeo, Pablo de Alejandría –con su comentario por Olimpiodoro–, Máximo y Amón y, ya entre el IV y VI, las compilaciones de Hefestión, Juliano de Laodicea, Fírmico Materno, y Retorio. Por ellos, y por algunos fragmentos dispersos de otras obras que leemos en los manuscritos, conocemos la autoridad en este campo de autores supuestos, como Abraham, Salomón, Zoroastro, Nequepso y Petosiris, o auténticos, como Critodemo, Teucro de Babilonia, Serapión, Anubión, Antíoco de Atenas o Timeo Práxides5.

4. Una doctrina astrológica que establece la carta astral (fijando el horóscopo y los cuatro centros, con sus ascendentes y declinaciones, de la dodecátropos) para cualquier actividad, como la fundación de una ciudad, la construcción de una casa, un viaje, una boda, la búsqueda de un tesoro o de un objeto perdido o robado, un pleito, una intervención quirúrgica, etc., indicando el mejor momento para ello.
5. Sigue siendo el mejor estado de la cuestión sobre estos textos el libro de W. & H.-G. GUNDEL, Astrologoumena. Die astrologische Literatur in der Antike und ihre Geschichte, Wiesbaden 1966.

selene y endimion_

     Entre lo conservado de toda esa literatura, salvo referencias a influjos astrales muy concretos sobre ciertos alimentos, sobre los órganos y procesos fisiológicos de la alimentación (en su mayor parte atribuidos a la Luna), o sobre las tendencias en relación con la comida y la bebida de quienes nacen bajo tal o cual signo, o están a merced de tal o cual planeta, hay muy contados tratamientos específicos sobre el banquete. En realidad sólo tenemos dos fragmentos de pequeña extensión. Del contenido en el tratado astrológico de Hefestión (III 36) nos hemos ocupado a fondo, tras una primera aproximación en nuestro trabajo Perì deípnou. Referencias astrológicas antiguas a la dieta y la gastronomía”6, en un artículo reciente7. El otro, que tiene más que ver con la importancia astrológica de la Luna y cuyo contenido resumíamos al final del primer trabajo8, está en el Codex Taurinensis y fue editado por F. Cumont en CCAG, IV, págs. 94-95 (περι του ειδεναι του δειπνου την κατασκ ευην). De él nos ocuparemos más adelante.

6. En A. PÉREZ JIMÉNEZ & G. CRUZ ANDREOTTI, Dieta Mediterránea. Comidas y hábitos alimenticios en las culturas mediterráneas, Madrid 2000, págs. 125-157, especialmente págs. 150-153.
7. “Peri; deivpnou. A propósito de Heph., III 36”, MHNH 2 (2002), págs. 237-254.
8. “Perì deípnou. Referencias astrológicas…”, págs. 153-154.

     Pero lo cierto es que existe en el mundo antiguo una preocupación general por la comida, fuente de numerosas suposiciones y creencias irracionales sobre la mesa (entendida como espacio real en torno al que se reúnen los invitados y como desarrollo mismo del banquete). Por ello, nos parece que el escaso volumen de noticias astrológicas que nos ha dejado la Antigüedad sobre este tema, no es significativo. Así nos lo hacen pensar las dependencias astrales de los alimentos mencionadas en esos textos y las prescripciones contenidas en tratados árabes medievales como los de Hazen, al-Kindi, Messala, al-Biruni, Abumasar y Abenragel. El astrólogo judío, que parece conocer a Hefestión, se inspira, además, en otros autores antiguos. Los árabes siguen, como mínimo, a Doroteo de Sidón y, de ellos, Abenragel, en sus detalladas recomendaciones sobre el banquete, cita (junto con al-Kindi) a un tal Antychos que no es otro sino Antíoco de Atenas (el Aντικους citado por Messala) autor de obras astrológicas en las que ocupaba un puesto central la doctrina catárquica, según sabemos por Juliano de Laodicea.

     Además de los textos citados, son relevantes para nuestro tema los versos con los que Juvenal (VI 580-581) alude al tratado de Petosiris como un referente habitual para las prescripciones dietéticas de la astrología:

aegra licet iaceat, capiendo nulla videtur
aptior hora cibo nisi quam dederit Petosiris.

     O el banquete de Trimalción, en Petronio, ejemplo práctico de la vinculación entre astrologia y comidas, arraigada también en la clase alta de la sociedad imperial romana.

     Por consiguiente: La importancia del tema, el alto grado de superstición, misticismo y mitología que, pese a su pretendida racionalidad, encierra el pensamiento astrológico y las, aunque no muy abundantes, sí continuas alusiones en nuestros textos, justifican de sobra que nos ocupemos aquí de alimentación lunar, con referencia a una época –bien entrados ya los primeros siglos de nuestra Era– que podemos considerar de madurez y reflexión del pensamiento astrológico.

     Hechas estas consideraciones iniciales, de carácter general, pero necesarias, anticipo los dos principales argumentos de este trabajo.

     Primero, recordaremos las principales influencias de los astros en relación con los alimentos y con los aspectos sociales y fisiológicos de la comida y la bebida, para centrar inmediatamente nuestra atención en el importantísimo rol astrológico de la Luna.

     Y luego, trataremos de explicar las indicaciones contenidas en el texto del Codex Taurinensis, antes mencionado, a la luz de la doctrina general de las καταρχαι y de los textos medievales que nos han llegado sobre el tema, especialmente –como hemos dicho– el del judío Hazen, recogido también por Guido Bonatti, y el de Abenragel.

Endymion and Selene Victor Florence-Pollett 1850-60

     2. No resulta extraño que, entre los tediosos catálogos de influencias astrales que leemos em los tratados técnicos de astrología, se incluya alguna que otra mención a los alimentos; los astrólogos nos dicen, por ejemplo, lo que debemos comer o evitar bajo tal signo o tal planeta, y tratan de fijar, con ayuda de las configuraciones celestes, –lo mismo que el Petosiris de Juvenal– el momento óptimo para que nos siente bien la comida o acudamos con cierta seguridad a un banquete o una boda; pero también establecen, observando los astros, los hábitos culinarios de quienes nacen bajo ellos. De hecho, en sus listas se habla de todo, porque todo está condicionado por la marcha mecánica y fatal del universo. Ahora bien, la verdad es que esos patrocinios de los alimentos (verduras, pescados, animales, frutas, vino o materias primas básicas) están en realidad ellos mismos condicionados, sin que lo pueda saber ya el astrólogo –ignorante y atrapado en su ciencia– por la verdadera ανάγκη ineluctable de la historia humana: las creencias religiosas, los mitos, las ideas filosóficas y la propia expresión lingüística, que da vida a muchas de esas relaciones a través de falsas etimologías.

     Los patrocinios astrales de los alimentos –y de los órganos que intervienen en el proceso de la alimentación (olfato, gusto, boca, garganta, estómago, etc.)– obedecen sin duda a la representación mitológica de los astros (signos del Zodíaco, planetas y, en pocos casos, otras constelaciones) y a las asociaciones astrológicas que se operan entre ellos. Pero también a cuestiones religiosas y terminológicas. Por razones obvias, la carne de vacuno se asocia con Tauro, la de ovino con Aries, los pescados con Piscis, los cereales con Virgo, las palomas con Venus, los alimentos de sabor y olor fuerte con Saturno9. Los sabores –y las actitudes de las personas en relación con la comida y la bebida–, quedan subordinados así, por razones diversas, a las representaciones con que la historia ha ido identificando estrellas y planetas en el mundo antiguo.

9. Probablemente por la idea de que los viejos necesitan esas condiciones para poder saborearlos, debido al embotamiento natural de sus sentidos (cf. Plu., Quaest. conv. 1.7 = Mor. 625B).

     No vamos a repetir aquí todas esas adscripciones, de las que ya nos hemos ocupado suficientemente en nuestro citado trabajo; nos limitaremos, tan sólo, a recordar algunas influencias ejercidas por la Luna en este campo.

     La Luna, junto con el Sol, es el astro más importante para los magos, que vuelven sus ojos al cielo –casi todos-, y para los astrólogos. Y es que, aunque la astrología basa sus doctrinas fundamentalmente en los signos zodiacales, en los decanos egipcios incorporados a los mismos por los alejandrinos y en los planetas con las dos luminarias, a éstas les correspondió el papel fundamental en la experiencia astrológica.

     La importancia de la Luna para la magia –no en vano comenzábamos con una invocación de los papiros mágicos– es incuestionable. Que este astro determinara los calendarios agrícolas antiguos y asumiera representaciones divinas de esos pueblos, fueron sin duda factores esenciales para su protagonismo excepcional en la astrología. Recordemos, por ejemplo, en la babilónica el papel ejercido por Sin (la Luna), a quien se asocian desde entonces efectos mágico-religiosos. Ya allí el comienzo del mes (marcado por su aparición) es bueno, mientras que los últimos días son negativos y el 29 (día de su desaparición) muy negativo10. Pero luego, en el mundo grecorromano, identificada con Hécate, poderosa divinidad de la magia, o con Perséfone, reina del Hades, o con la diosa cazadora Ártemis, o con la vaca Ío, los rasgos de estas divinidades y de los personajes asociados se transfieren al campo de sus influencias sobre la vida humana.

10. Véase U. KOCH-WESTENHOLZ, Mesopotamian Astrology, Copenhagen 1995, págs. 102-103.

Leon Francis Commere

     En los Papiros griegos mágicos, aunque hay continuas referencias a casi todos los planetas y a muchas constelaciones, como potencias divinas que debe poner el mago a su servicio, Selene es invocada con frecuencia; un dato: de ella es, precisamente, de la que más himnos se conservan en el corpus de Preisendanz11. Recordemos, por ejemplo, la Δέλτος  άποκρουό τική  πρός Σελήνη o la Διαβολή  πρός Σελήνην (PMG IV) donde toda la fuerza de las fórmulas mágicas y de las recetas que las acompañan tienen que ver con las cualidades y propiedades de este astro divino. Tan importante es su marcha, sola o en relación con los otros planetas, que la entrada en los signos del Zodíaco le sirve al mago para proponer un calendario de prácticas, con especial mención de su eficacia:

     “Órbita de la Luna: Luna en Virgo: práctica mágica cuya realización todo lo somete. Em Libra: necromancia. En Escorpio: práctica completamente maléfica. En Sagitario: frente al sol y la luna, invocación o bien encantamientos. En Capricornio: lo que quieras, lo dirás con el mejor resultado. En Acuario: para un filtro amoroso. Piscis: para un conocimiento del futuro. En Aries: encantamiento de fuego o encantamiento amoroso. En Tauro: encantamiento ante la luz de la lámpara. En Cáncer: amuletos. Leo: anillos o lazos mágicos”.

11. Así los himnos 17 al 21, ambos inclusive, tienen como objeto de elogio a las divinidades asociadas a la Luna: Hécate, Selene, Ártemis (II págs. 250-260).

     Pues bien, algunos de los alimentos, sustancias o bebidas que se emplean por los magos en la preparación de brebajes para el ritual de estos ensalmos, coinciden con los que los astrólogos asocian a la Luna, o a su casa astrológica (Cáncer). Casi todos ellos están mencionados en los dos textos citados arriba del papiro IV, dirigidos por el profeta Pancrates de Heliópolis a Adriano. Se incluyen, entre otros (como los κανθαροι σεληνιακοί), los siguientes ingredientes:

ϋδωρ ποτάμιον,  καρκίνος ποτάμιος, στήρ ποικίλης άίόγς παρθένου, στύραξ, ομύρνη, κρόκος, κύμινος, κυπερεύς, λίβανος, κρόμμυον, άλς, στέαρ έλάϕου, δάϕνη, άλϕιτα, ρόδα, σκόρδον, σύκων άλϕιτον.

     Muchos de ellos pertenecen, tal vez, a la rebotica exótica del mago, que pretende impresionar con aromas, hierbas y sustancias orientales. Pero en la mayoría encontramos una relación habitual con el astro al que quiere poner a su servicio, en nuestro caso la Luna. Así, la alusión a la sal tiene que ver con el patrocinio de ésta sobre el sabor salado y algo similar pasa con la mirra y las rosas, asociadas a nuestro satélite por Hermes Trismegisto en su Πτέρυξ y por Manetón. En general, las hierbas y plantas aromáticas (lo que tal vez just ifique la inclusión de especias como el azafrán y el comino) quedan bajo la influencia de la Luna; y para las cebollas (como para las rosas) existen motivos más o menos ‘científicos’ que las asocian (también religiosamente) a nuestro satélite, como sabemos por Plutarco. Y en cuanto a la cabra virgen y el ciervo, tal vez se deba a la identificación de la Luna con la diosa de la caza. También en los textos astrológicos muchas de estas sustancias y la carne de los animales mencionados se relacionan con la influencia astrológica de la Luna o (probablemente por ella) de Cáncer. Así, cuando se enumeran los alimentos dependientes de ambos, encontramos las ovejas, los bueyes, las hierbas suaves y aromáticas, las aceitunas y el sabor salado y a los hijos de Cáncer se les prohíbe comer carne de ciervo y cebollas o higos y vacuno por la relación entre Cáncer y la Luna. Estas consideraciones astrológicas podrían explicar la inclusión de dichos alimentos como ingredientes de la fórmula mágica del sacerdote heliopolitano.

     Pero si la Luna es importante para la magia, más lo es para la astrología. Las sangrías que se prescriben en la iatromatemática dependen de la presencia de la Luna en los signos que rigen las partes del cuerpo en las que se deben o no realizar. La presencia del astro en ciertos lugares de la dodecátropos determina la actividad de la persona para la que se analizan los doce lugares. Petosiris aconsejaba observar sobre todo la Luna para la doctrina de las καταρχαι. Algo tan esencial como la fijación del planeta dominante en el momento del nacimiento depende, según Fírmico, de la posición de la Luna (o del Sol) en un signo concreto12. Y tanta es su importancia astrológica que el mismo autor, siguiendo a Hermes, Nequepso y Petosiris, Abraham, Orfeo y Critodemo, le dedica íntegro el libro IV de la Mathesis13. Tres siglos antes, Doroteo recomendaba no iniciar actividad alguna antes de que mejoraran las condiciones astrológicas de la Luna y el planeta dominante. Y entre los métodos seguidos para la interrogatio, se incluye casi siempre la presencia de la Luna en las distintas casas o su entrada en los signos zodiacales; todo lo que conservamos, por ejemplo, de las καταρχαι del astrólogo Máximo, se basa precisamente en este método. Digamos, por último, que Albumasar, heredero de la tradición astrológica helenística, recomienda con insistencia atender a la Luna para esta doctrina.

12. El planeta dominante será el que tiene su casa en el signo siguiente (excluido Cáncer y Leo) a aquel en el que se encuentra la Luna en el momento del nacimiento: así, si está en Aries, el dominante será Venus (su casa es Tauro) y si está en Géminis (se excluye Cáncer y Leo), será Mercurio (su casa es Virgo).
13. Vid. A. LUDWICH, Maximi et Ammonis Carminum de actionum auspiciis reliquiae, Lipsiae 1877, págs. 79-96.

     Pues bien, a propósito de la comida y de la bebida y de las costumbres dietéticas, la Luna no tiene menos importancia: sabemos por el etimologista Pólux que un pastel (llamado βούς) se asimilaba por su forma a ésta (VI 76: πέμμα γάρ έστι κέρατα πεπηγμένα προσ ϕερόμενον Απόλλωνι καί Αρτέμιδι καί Εκάτη καί Σεήνη); por otro lado, los eclipses que se observan cuando la Luna está en los distintos signos condicionan, según Hefestión, la bondad de las cosechas de los alimentos correspondientes a esos signos; y algo parecido sucede cuando entra (epémbasis) en ellos. En fin, en la distribución astrológica de los sabores, la Luna rige τά λιπϖδη  καί τά  βούτυρα y, como ya hemos dicho a propósito de las recetas mágicas, el sabor salado14.

14. La adscripción de este sabor a la Luna aparece en casi todos los tratados astrológicos (CCAG, VII, pág. 222).

     Respecto a los comportamientos dietéticos de las personas que se atribuyen a la influencia de planetas como Venus o Marte, se hacen efectivos sobre todo cuando esos planetas coinciden con la Luna15; de hecho, los que dependen de los planetas dominantes en el momento del nacimiento son, en última instancia, responsabilidad de ésta, ya que su consideración como dominantes se debe precisamente a ella, tal como aprendíamos de Fírmico Materno. Este mismo autor nos dice que, en tales casos, los hijos de Júpiter y Marte son tragones16, los de Venus, moderados en la comida, pero buenos bebedores17 y, los de Mercurio, moderados en ambos casos18; es más, la acción del planeta dominante puede estar condicionada por la fase de la luna en el signo que determina el dominio, como le pasa a Saturno, o por la coincidencia de aquélla con el planeta19. Esto último se suele enfatizar por los teóricos de la astrología, que ponen bajo la propia Luna a los buenos gourmets.

15. Firm., Math. 3.13, 3: (In tertio loco Luna ab horoscopo): Si vero cum Luna in hoc loco Venus fuerit inventa, actus habebunt de pigmentis ac de aromatibus aut de vino aut de floribus.
16. Firm., Math. 4.19, 9: Si Iuppiter dominus geniturae fuerit, faciet homines… plurimum capientes cibum… 4.19,13: Si Mars geniturae dominus fuerit effectus, faciet… edaces, <qui> multum cibum facillimis rationibus digerant.
17. Firm., Math 4.19, 17: Si Venus domina geniturae fuerit effecta, facit homines… multo potu gaudentes, modicum sumentes cibum, et qui [dentes modum] venerios coitus crebro cupiditatis ardore desiderent et qui omnes cibos facillime digerant.
18. Firm., Math. 4.19, 24: Si Mercurius geniturae dominus fuerit,… 28. Erunt sane modicum cibum potumque sumentes.
19. Véase para lo primero Math. 4.19, 5: (cuando Saturno es dominante de la genitura y le otorga este dominio la Luna en creciente): erunt sane semoti et sibi uacantes, modicum sumentes cibum et multa potatione gaudentes y para lo segundo Firm., Math. 4.19, 34: Luna cum domino geniturae. Si Luna cum domino geniturae hac, qua diximus, radiatione fuerit coniuncta, cum ceteris, quae dominus geniturae dederit, haec etiam a Luna pro naturae suae potestatibus conferuntur. Facit itaque homines… multum sumentes cibum, parvo potu gaudentes.

     3. Pero ¿qué pasa con el texto del Codex Taurinensis, que nos servía de excusa para analizar el papel de la Luna en la astrología del banquete? No puede descartarse que sea una prescripción bizantina sin más (el género masculino del término para el banquete, δειπνοϛ, es propio de la época20); en todo caso, se trata de una prescripción que remonta a la astrologia antigua. Su doctrina desarrolla en realidad parte de la propuesta final del Περί δειπνοϛ de Hefestión, que aconseja observar, además de la dodecátropos, la disposición de los planetas en relación con los signos zodiacales; y coincide con todas esas καταρχαι que, tras citar las propiedades de los centros para actividades concretas, fijan su atención en el tránsito de la Luna por ellas.

20. Pero también lo tenemos en el texto de Hefestión.

Además, la supervivencia de doctrinas similares –en algunos casos casi traducción literal de las instrucciones contenidas en nuestro texto– en tratados medievales, como los mencionados de Zahel y Abenragel, que siguen en general fuentes grecorromanas, nos invitan a dar valor antiguo al texto en cuestión.

     La primera parte de éste tiene que ver con la configuración de la Luna con los planetas. Contempla los tres aspectos del banquete que hacen deseable la asistencia al mismo: primero, los detalles ornamentales y de ambiente, de los que nos habla el aspecto de Venus con la Luna: έάν τήν Σελήνην Αϕροδίτη έπιθεωρήση, μύρα ή στέϕανοι δοθήσονται. Las coronas son una aportación del planeta; pero la mirra (presente también en las fórmulas mágicas lunares) es un atributo de nuestro astro. Vienen luego algunas precisiones sobre los manjares que habrá en la mesa, ligados a la coincidencia de Saturno con la Luna y al signo zodiacal en que se encuentran: έάν δέ ό Κρόνος συμϕωνήση έν Ισχύσι καί θαλασσίοις όψοις έσεται ή τράπεζα πλήθουσα, χθεσινά δέ τινα  έτοιμασθήεται διά τό τόν κρόνον μαρτυρειν: Los alimentos marinos son una asociación con Piscis y los de tierra con la cualidad dura atribuida a Saturno (planeta de la vejez y de los huesos), como el propio texto explicita; pero la responsable de que esos manjares se den en el banquete en cuestión, es la Luna. Y por último, los aspectos eminentemente sociales del banquete, esto es, la conversación y los temas de charla, marcados ahora por la relación de la Luna con Mercurio: έάν δέ ή Σελήνη σύν Ερμή τύχη ή καί έπιθωρηθή,  έσονται μικρολογίαι περί τόν δείπνον καί περί άποδημϖν διαλογισμοί, περί τε μαθημάτων καί ξενιτεϖν, περί  άγγελϖν τινϖν καί πραγμάτων καιϖν. Se cierra esta parte con una frase que asegura los efectos de esos planetas – así lo interpretamos nosotros- en el banquete, si se encuentran en sus signos o en sus límites: ταύτα δέ πάντα γενήσεται έάν τις τϖν άστέρων κείμενος τύχη ζφδιακϖς ή όριώς.

     La segunda parte es aparentemente ajena a nuestro astro. Habla de los efectos dañinos de algunos alimentos, si los planetas maléficos se encuentran en los signos que rigen esos alimentos. Así, previene de comer rábanos y tubérculos, cuando dichos planetas están en Libra o Géminis (εάν οί κακοτοιοί τύχωσι Ζυγϖ ή τοις Διδύμοις, ραθάνων ή ριζϖν ώς έπί πλειστον δεί άπεχεσθαι); acelgas o legumbres, en Virgo o Libra (έάν δέ έν Παρθένω ή Ζυγϖ, σεύτλον τε καί όσπρίου τότε γάρ μέγσται βλάβαι άπό τϖν προσϕερομένοις τά παρηγγελμένα); carne de animales salvajes, en Sagitario (έάν δέ Τοξότη, άπό άγριμαίων); y, como es lógico, almejas y pescados en Piscis (έάν δέ Ισχύσι άπό κογχυλίων καί τϖν λοιπϖν ίχθύων); de nuevo el astrólogo insiste en la potenciación de estos efectos, cuando los planetas se encuentran en sus signos o en aspecto cuadrado (μάλιστα δέ τότε ταύτα έπιβλάβή γίνεται, όταν οί κακοποιοί παρϖσιν τοις ζφδίοις ή καί τετράγωνοι έπιθεωρϖσιν). Aunque, como dijimos, nuestro texto no involucra aquí a la Luna, el tratado De interrogationibus de Zahel es más explícito: aconseja no tomar esos alimentos cuando la Luna se encuentra en Virgo o Libra, en cuadrado o en oposición con Saturno, o en Sagitario, o en Piscis. Las coincidencias con el texto griego que comentamos, son sorprendentes: et in vergine vel libra non appropinques granis, … et si in sagittario non appropinques carni ferarum, id est leporum vel ursorum, et in pisce non comedas trutas salsas.

     La última parte, que recupera el papel determinante de la Luna a propósito del banquete, establece las configuraciones de ésta con los planetas, bajo las que es aconsejable aceptar o no la invitación. Naturalmente, la prohibición atañe al aspecto de la Luna con los planetas maléficos, Marte y Saturno, mientras que la asistencia es recomendada cuando aquélla coincide con Venus y Mercurio. También aquí la coincidencia con los textos medievales es asombrosa. Por ejemplo, las circunstancias negativas que derivan de la relación con Marte se formulan de una manera vaga, como ‘incomodidades’ (έάν ή Σελήνη μετά τού Αρεως ύπάρχη, κληθείς μή έπινεύσης, έπεί περί τόν δείπνον δυσχρηοτίαι τινές έσονται). La misma vaguedad observamos en Zahel, que, en este punto, coincide literalmente con nuestro documento (Cum igitur inuitatus fueris ad conuiuium et fuerit luna cum marte in vno signo, vel iuncta fuerit ei ex aliquo angulo, non eas ad ipsum conuiuium, quia penitebis te in fine illius); sólo que en el contexto anterior Zahel concreta esas ‘incomodidades’; se trata de disputas, lo propio de la naturaleza mitológica del planeta: Si vero cum marte fuerit coniunctio significabit quod cadet inter eos rixa. También las causas que desaconsejan asistir cuando la relación es con Saturno, tienen que ver con la influencia astrológica de este planeta, expresada en este caso como suciedad y mal servicio: ejan de meta; έάν δέ μετά κρόνον ούσης Σελήνης κληθής, έξ άνάγκης άπεπτήσιες καί έν αύτϖ δέ τϖ δείπνω άηδϖς διατεθήση διά τό  ρυπαρός πάνυ γενέσθαι καί διακονείσθαι άκαθάρτως, λυπηρϖς τε διάξεις. Algo parecido nos dice en este caso Zahel, que atribuye esa ‘suciedad’ a los alimentos: Similiter cum fuerit cum saturno, quia significat immundiciam ciborum et eorum vilitatem. Acaba nuestro texto con las condiciones que aconsejan la asistencia, es decir, la asociación de la Luna con Venus y Mercurio, favorecedora del buen ambiente entre los invitados: έάν δέ μετά Αϕροδίτης καί Έρμον ή Σελήνη τύχη, όταν τίς σε καλή, πορεύου εσται γάρ πάσα εύϕροσηύνη τε καί ίλαρί, παιδιαί τε καί όρχήσεις καί εύστομα σκώμματα καί άκροαμάτων έπιδείξεις. Alegría, bromas y espectáculos reflejan el efecto habitual de la asociación entre los planetas de la belleza (Venus) y de la palabra (Mercurio) y de las artes (ambos) en todo el pensamiento astrológico antiguo. Alegría que Zahel (en este caso más parco, pero también coincidente) despacha con un simple Si vero fuerit cum venere aut cum mercurio, vade quia videbis quod placeat tibi.

     En suma, armada con la autoridad religiosa y astronómica que le dio su papel como diosa de la noche y reina del calendario antiguo, la Luna rige en los textos astrológicos casi un cincuenta por ciento de sus prescripciones. Unas veces aporta las propias cualidades, derivadas de su influencia meteorológica o fisiológica (como astro que representa la maternidad, lo femenino y lo acuático, agua de mar o de río, como el Cangrejo que le sirve de casa); y otras, simplemente, activa, con sólo su presencia, las propiedades de los planetas negativos y positivos. Así ocurre en el documento que hemos analizado, en cuya segunda parte la ausencia de la Luna parece más un lapsus de transmisión (justificable por el carácter fragmentario del texto tal vez) que una ausencia intencionada. Parece extraño, en efecto, cuando la Luna es la protagonista de su antes y su después y cuando otros testimonios independientes, pero que probablemente beben de la misma tradición, asocian con ella los mismos preceptos. El origen de esa tradición es lo que a nosotros nos interesa: como mínimo, los dos primeros siglos de nuestra Era. Pero tal vez, por qué no, la época de Hiparco, Teucro de Babilonia y Nequepso-Petosiris.

El Mito de Selene y Endimión de Nicolás Poussin 1594-1665_

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