Astrologia Antiga

Cristianismo y Astrología en los Siglos IV-V d.C.

Sacristy ceiling, Basilica abbazia di San Miniato al Monte, Florence.

Oriente y Occidente

Santiago Montero

Universidad Complutense

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El cristianismo, intolerante por principio a todo otro culto, también lo fue hacia la astrología¹. Ofrece a sus seguidores, el reino de los cielos, el triunfo sobre los astros y el destino. Solo Dios – y no las técnicas adivinatorias de los hombres – puede conocer el futuro (Deut. 18,10-14; Lev. 19,26;19,31;20,27). Una de las primeras condenas fue la de Pablo quien para ello utiliza términos propios de los tratados astrológicos (tales como «potencias celestes» «potestades cósmicas» «poderes», «alturas», «abismos»).

¡Estoy seguro de que
ni la muerte ni la vida,
ni las potencias celestes ni las potestades cósmicas
ni lo presente ni lo futuro
ni los poderes,
ni las alturas ni los abismos
ni ninguna otra criatura
podrán separarnos del amor que Dios nos tiene
en el ámbito de Cristo Jesús, Señor nuestro!²

1 La bibliografía sobre la astrologia es inmensa. Seleccionamos únicamente los siguientes títulos: F. Boíl C. Bezoid– W. Gundel, Sternglauhe und Sterndeutung. Dic Geschichte und das Wesen derAstrologie, Leipzig-Berlin, 1918 (Dannstadt 1977). A. Pérez-Jiménez (ed.), Astronomía y Astrología de los origenes al Renacimiento, Madrid. 1994. El trabajo más rcciente es el de T.S. BARTON, Power and Knowledge. Astrology, Physiognomics, and Medicine under ¡he Ronzan Empure, Ana Arbor, 1997.
2 Carta a los Gálatas y carta a los Romanos 8, 38-39. En general sobre la lucha del cristianismo contra la astrología: U. Riedinger, Dieheilige Schriftim Kampfdergriechischen Kirche gegen dic Astrologie von Origenes bis Johannes von Damaskos, tnssbruck, 1956. Otros asuntos son tratados por G. Dagron, «Le Saint, le savant, l’astrologue: étude de thémes hagiographiques á travers quelques recueils de questions et réponses des Ve-VII siécles», em La Romanité chrérienne en orient: héritages el mutations, London, 1984, J42-156.; AA. Long, «Astrology: argumenrs proand contra», en J. Barnos, Science and Speculation: Siudies in Hellenistic Theory and Practice, Cambridge, 1982, 165-192.

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Los Padres de la Iglesia, menos sutiles, atacaron la astrología considerando pecado y vergúenza adorar no a Dios sino su obra (universo). Lactancio, por ejemplo, condena «a aquellos que tienen por dioses los elementos del mundo, como el cielo, el sol o la luna: ignoran que pertenecen a su creador, admiran sus obras y las adoran» (epit., 21,1). Para unos se trataba de un «falso saber»; para otros —que creían en el poder de los demonios sobre los cuerpos celestes— producto de demonios.

La astrología era considerada por las autoridades cristianas una amenaza, ya que aparecía como una alternativa a la autoridad de Dios. Pero, dentro de ella, era, sobre todo, la doctrina del fatalismo astral (muy en boga en el s. IV d.C.) el aspecto más amenazante. No parece que la Iglesia estableciese, en este sentido, ningún tipo de distinción pese a que mientras para algunos astrólogos todo estaba prefijado ya en momento del nacimiento, otros se limitaban a determinar el momento oportuno para actuar. Era, en definitiva, el abierto enfrentamiento entre la Providencia Divina y el fatalismo astrológico lo que más preocupaba.

Ciertamente tampoco faltaban motivos de inquietud, pues el fatalismo astrológico hacía inutil cualquier tipo de distinción entre el Bien y el Mal ya que los delitos del ladrón o del asesino eran atribuibles a la conjunción desfavorable de los planetas. Digamos que como consecuencia de dicho fatalismo la omnipotencia del Dios cristiano quedaba sensiblemente disminuida ante las estrellas y planetas, auténticas divinidades celestes.

Se ofrecieron todo tipo de argumentos para luchar contra la fe astrológica: la libertad humana (pero ¿existe si Dios lo controla todo?) o la gracia divina (¿libraba el bautizo del fatalismo astral?). La Patrística recurrió incluso -al menos hasta de Orígenes– a los argumentos anti-astrológicos de los filósofos precristianos: el determinismo destruye la responsabilidad; si un Destino irrevocable se nos impone ni súplicas, ni cultos ni plegarias serían eficaces. Así nos lo recuerda Isidoro de Sevilla: «Hubo quienes, atraídos por la belleza y el esplendor de los astros, cayeron ciegos de inteligencia en una falsa apreciación de las estrellas, hasta el punto de que intentaron poder predecir los acontecimientos futuros por medio de falsos cálculos, que recibe el nombre de astrología (…quae mathesis dicitur, eventus rerum praescire posse conentur). Estas creencias no las condenaron solamente los doctores de la religión cristiana, sino también, entre los gentiles, Platón, Aristóteles y otros muchos, quienes, coincidiendo en su opinión, se vieron empujados por la verdad, llegando a afirmar que tales creencias no pueden amanar más que confusionismo (dicentes conjksionem rerum potius de tali persuasione generari)» (Orig. III,71,39).

Sin embargo sabemos que la comunidad cristiana se abría cada vez más a la cultura laica (recordemos, por ejemplo, la influencia de la filosofía y la ciência antiguas sobre el pensamiento cristiano) y la astrología, al menos en muchas ciudades del Oriente, formaba parte de ella. No resultaba fácil asimilar del paganismo ciertos conocimientos y extirpar, al mismo tiempo, la creencia en los astros y su influencia.

Se hizo, pues, inevitable que Iglesia asumiese algunos aspectos de la «cultura astrológica», como, por ejemplo, la conocida elección del 25 de diciembre, celebración del genetliaco del Sol, como fecha del natalis de Cristo.

En este mismo sentido un sector de la Iglesia no vió incompatibilidad entre fe y astrologia e incluso en aceptar las doctrinas astrológicas ya que —confundiendo misticismo o simbolismo con fe astrológica— creyó reconocer especulaciones astrológicas en las Sagradas Escrituras. Recordemos los pasajes del Génesis 1, 14 (creacion de las estrellas como signos), de los evangelios (la astrología permite a los magos advertir nacimiento de Cristo; varios prodigios celestiales anuncian en ellos la muerte Cristo) o del Apocalipsis (el número 7: en las siete Iglesias, los siete candelabros oro, las siete estrellas, los siete sellos, las siete cabezas y el número 12: en las puertas de la Jerusalén celeste)4. Por otra parte en dicha integración pudo haber jugado un destacado papel el hecho —pocas veces advertido— de que la astrología más elaborada no carecía de concepciones monoteisticas y moralizantes y estaba, en muchos casos, muy alejada de las creencias politeístas tradicionales.

4 «Dijo Elohim después: Haya lumbreras en el firmamento de los cielos para poner separación entre el día y la noche y que sirvande señales para estaciones, días y años» (Gen. 1, 14). Sobre elementos astrales en el Apocalipsis de Juan: J. Freundorfer. «Dic Apokalypse des Apostel Johannes und dic hellenistische Kosrnologie und Astrologie», Bibl. Stud.23, 1929. Sobre los magos cfr., sobre todo Tert. idol.9. y el trabajo de L. Köp, «Astrologia usque ad Evangelium concessa (Zu Tertullian, De idolatria 9)», en Festschrift Klauser, Münster, 1964.

No faltaron incluso Padres de la Iglesia favorables a la astrología (o, al menos comprensivos). El hecho de que el arte de los astrólogos —a diferencia de la magia o la aruspicina— no comportase ni sacrificios ni plegarias a los demomos pudo haber favorecido a mi juicio ese intento de integración.

Recordemos algunos casos. Orígenes, partidario de una astrologia compatible con la ortodoxia católica, elabora la noción de «escritura divina»: los astros son letras y signos trazados por Dios en el cielo para que los poderes divinos puedan ser leídos, son, por decirlo así, instrumentos inteligentes de la divinidad.

Siglos después esta teoría le valió un anatema lanzado por el emperador Justiniano. Para Tertuliano la astrología es admisible solo hasta la aparición de los evangelios: después es solo ciencia «que observa las estrellas de Cristo, no de Saturno y de Marte»6. San Atanasio encuentra en libro de Job huella y confirmacion de la teoria astrologica de los oikoi o domicilios de los planetas: «Ha creado la Osa y Orión y las Pléyades y las Cámaras del Sur» (IX. 9). Sidonio Apolinar, ya en el s.V hace visibles esfuerzos, desde su respeto a la astrología, por acomodar las enseñanzas astrológicas a los medios cristianos (cartasVIII, II, 10; Oda 22). No puede, pues, sorprendernos que durante el Imperio romano los cristianos, acusados com frecuencia de practicar la magia y la adivinación, también fueran conocidos por su afición a la astrología7.

6 Tertul.. De idol. 9. Sobre los esfuerzos de adaptación de la asirologia en el cristianismo: L. Köp, «Astrologia usque ad Evangeliuim concessa (ZU Tertullian, De idolatria 9) », en Festschrfit Klauser, Münster, 1964, 199ss.; W. Hübner, Zodiacus Christianus. Jüdisch-christliche Adaptationem des Tierkreise von der Antike bis zur Gegenwart, Königstein. 1983.
7 Cfr. Aune, «Magic in Early Christianity», en ANRW II, 23.2 (1980) 1507 ss. Cfr. HA Quatl. tyr. 8, 1-3.

Un testimonio más objetivo en este sentido es sin duda el de Eusebio de Alejandria quien deplora que los cristianos usen expresiones tales como «mal horóscopo» o «que tengas buena estrella» y lamenta las plegarias que estos dirigen a los astros (sol levante), propias, dice, de «adoradores del Sol» y «heréticos»8. La astrolatría era, en efecto, otro de los peligros denunciados por la Iglesia. Los planetas y las constelaciones no sólo eran fuerzas cósmicas cuya acción propicia o nefasta se debilita o se refuerza con el curso de una carrera. También eran divinidades que se alegraban (chaírein) o se afligían, tenían sexo y eran prolíficas o estériles, mansas o salvajes, reunían, en fin, muchas de las características de los viejos dioses paganos.

8 Euseb. PE6, 6-II. El Crisóstomo, en una de sus homilías (Hom. IV in epist. 1 ad Cor. PG LXI 38) se lamenta de que muchos cristianos no crean en la resurrección pero se sirvan de los horóscopos.

La iglesia conocía bien las costumbre de sus fieles. Sabía que —sobre todo los semi-cristianizados— en los momentos de mayor incertidumbre y angustia, acudían al astrólogo para conocer el destino: «Hay algunos —se lamenta Agustín— que aparentan ser cristianos cuando no sufren en sus bienes detrimento alguno, mas cuando soportan en esto alguna adversidad corren al adivino, al sortílego, o al astrólogo» (In Ps.91 , 7: et forte tunc videntur christiani, quando nihil mali partitur domus eorum: quando autem aliqua ibi tribulatio est, currunt ad pythonem, aut sortilegum aut mathematicum. Así, sigue diciendo, se recurre a los servicios de un astrólogo para que encuentre cosas perdidas, aunque en esta operación pierda su propia alma: Fidelis, consulis mathematicum? Et ille: Recede a me ipse mihi prodidit res meas;…Et lex omnia ista prohibet. Gaudes quia res tuas invenisti; non est tristis quia tu peristi? (Iii Ps. 91, 7). En otro lugar (In Ps.133, 2), Agustín condena esta doble moral de muchos cristianos en los siguientes términos: «Cuando te va bien bendices al Señor. Cuando deseas un hijo y te nace, bendices al Señor.

Se libró tu esposa del peligro del parto, bendices al Señor. Estaba tu hijo enfermo, sana, bendices al Señor. Pero cuando estaba tu hijo enfermo, quizá consultaste al astrólogo o al sortílego (Aegrotabat filius; forte quaesisti mathematicum, sortilegum)».

Desde mediados del siglo IV los concilios trataron de luchar contra esta tendencia. Así, el Concilio de Laodicea del 365 (?), en su canon 36, tras insistir em los peligros de la astrología fatalista prohibe a los clérigos —llevados posiblemente de la idea de que los cuerpos son objeto de la acción de las estrellas— practicar la astrología. La Iglesia trata así de atajar una práctica habitual ya que tenemos noticias de que muchos de sus miembros (desde simples eclesiásticos hasta obispos) habían sido depuestos a causa de consultas o prácticas astrológicas. Recordemos los casos de los obispos Atanasio (Anim. XV, 7, 7-8) y Eusebio9.

9 Socrat. HE 11,9 Migne PG LXVII. 200; Amm. XV, 7, 7-8. También los Concilios de Toledo (400) en su Canon 10 y Braga hacia el 561 (canon 9). renovaron esas prohibiciones.

Idéntica actitud cabe recordar entre los primeros emperadores cristianos. El primero de ellos, Constantino, dió más muestras de favor que hostilidad hacia la astrología, favorecidas quizá a por su adhesión al culto solar: ordenó elaborar el tema astral de su hijo Constante (Zonar. XIII,6) y ordenó al astrólogo Valente la confección del horóscopo de Constantinopla (Cedr. hist. 284).

La astrología no tardó en ser asociada por la ortodoxia cristiana a las herejías (cfr. Tertuliano, De idolatria 9, 3). Ello se debe, sin duda, al gran número de cristianos que consideraban posible la compatibilidad del fatalismo astrológico con la doctrina cristiana. Pero también existía una intencionalidad por parte de la Iglesia al asociar estas desviaciones teológicas a las prácticas adivinatorias paganas desacreditadas y condenadas por los paganos mismos como era la magia, la aruspicina y, desde luego, la astrología. Dicho con palabras de M.V. Escribano: «La significación otorgada al fenómeno se percibe a partir de la asociación de herejía con superstitio y de su tratamiento legislativo. Por la primera se reunían em la herejia los valores ganados por superstitio en su largo devenir en tanto que símbolo peyorativo de la alteridad religiosa, predicado de conductas humanas, individuales o colectivas»10.

10 MV. Escribano, «Herejía y poder en el siglo IV», en La Conversión de Roma. Cristianismo y Paganismo, Madrid, 1990, p. 153. De esta misma estudiosa, vid, com anterioridad: «Superstitio, magia y herejía», en Actas del I Congreso Peninsular de Historia Antigua. Santiago de Compostela, 1988, III, 41-60.

El gnosticismo, que veía a las estrellas como poderes hostiles al hombre, ofrecía a sus seguidores la posibilidad de librarse de la influencia astral mediante la gnosis. En cada secta no solo se conocía la doctrina: también se elaboraban cartas astrales. En el siglo III d.C., Hipólito de Roma – siguiendo quizá a Sexto Empírico – dirige un duro ataque contra las prácticas astrológicas de los Peratas11.

11 Adv. Haer. 4, 1-27. A. Pérez Jiménez, «La doctrina de las estrellas: tradición histórica de una ciencia», em A. Pérez Jiménez (ed.), Astronomía y Astrología de los Orígenes al Renacimiento, Madrid, 1992, p. 30 define el gnosticismo como «relevante ejemplo de sincretismo helenístico entre las doctrinas filosóficas griegas, misticismo iranio y religión cristiana convertida en herejía».

Respecto a las prácticas astrológicas atribuidas a los maniqueos será suficiente recordar el titulo de la Collatio Demathematicis, maleficis et Manichaeis o el caso de Agustín (Conf. IV 3, 4-6; VII, 6, 8; epist.138), para quien las ideas maniqueas no eran incompatibles con la consulta a astrólogos y con su propia iniciación en ese arte; sus discusiones con el procónsul Vindiciano y con su amigo Nebridio no lograron disuadirle de la veracidad de las predicciones astrológicas.

Pero sobre todo fue el priscilianismo la secta condenada más frecuentemente como herética, quizá por incluir dentro de sus dogmas la relación de los 12 signos zodiacales con las partes del alma, con miembros del cuerpo y com patriarcas de Israel. En los concilios de Toledo (447) y Braga (561) priscilianismo y astrología son condenados como prácticas sinónimas.

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Prisciliano se dirige a Tréveris al encuentro del emperador en busca de amparo. Llega enel 385, pero allí es acusado de la práctica de rituales mágicos, bailes a la luz de la luna, el uso dehierbas abortivas y la práctica de la astrología cabalística.Tras obtener su confesión mediante tortura, fue decapitado junto a algunos de sus seguidores.
Magnus Maximus ruled as emperor of the Western Roman Empire from 383-388 CE and executed Priscillian and several of his followers for studying astrology as a form of divination. It is also argued that Maximus desired the vast lands that the wealthy followers of Priscillian owned. Valerie Flint, The Rise of Magic in Early Medieval Europe.

Algunos casos individuales son también muy elocuentes. Así el de Sofronio, obispo de Emesa, quien en el 449, acusado al tiempo de practicar la astrología y ser hereje nestoriano, fue llevado ante el Consejo de Efeso. Entre los años 482-484, Illous, un cristiano partidario de las observaciones del Concilio de Calcedonia (451) protagoniza una revuelta contra el emperador Zenon (partidário de los monofisitas de Siria y Egipto) animado por las buenas expectativas que le da Pamprépios, poeta y astrólogo.

La legislación se hizo eco de las prácticas astrológicas de los heréticos. Pero será conveniente que la examinemos distinguiendo entre la promulgada em occidente y en oriente.

En Occidente la astrología, va asociada a las herejías y a una religión idolátrica que dirige sus plegarias a los démones de planetas y decanos del Zodiaco. En el 386 Teodosio I, recurriendo a la expresión peccantes in astra, había negado la amnistia de Pascua a los astrólogos.¹³

13 Const. Sirm. .8: Non aliquos in astra peccantes, non venerarios aut magos, absolvendorum felicitati connectimus.

La constitutio de Honorio (408 d.C) es recogida en el CThIX, 16, 2 y dice:

CTh IX, 16, 12: IMPP. HONOR(IUS) ET THEOD(OSIUS) AA.CAECILIANO P(RAEFECTO) P(PRAETORI)O. Mathematicos, nisi parati sint codicibus erroris proprii sub oculis episcoporum incendio concrematis catholicae religionis cultui fldem tradere numquam ad errorem praeteritum redituri, non solum urbe Roma, sed etiam omnibus civitatibus pelli decernimus. Quod si hoc non fecerint et contra clementiae nostrae salubre constitutum in civitatibus fuerint deprehensi vel secreta erroris sui et professionis insinuaverint, deportationis poenam excipiant.

DAT. KAL. FEB. RAV(ENNAE) HONOR(IO) VIII ET THEOD(OSIO) III AA. CONSS. Son varias, pues, las disposiciones dictadas. Los mathematici son expulsados de la ciudad (¿quiere esto decir que pueden actuar en los pagi y el campo?). Si no aceptaran someterse a un rito expiatorio se les obliga a quemar los libros ante obispo: codicibus sub oculis episcoporum incendio concrematis como si la quema de los libros de astrología permitiese salvar el alma del culpable. El papel otorgado por el emperador a los obispos para luchar contra la astrología es considerable y se asemeja al de los jueces laicos. Su intervención parece explicarse por la consideración de crimen religioso que tiene dicha práctica.

Prueba de ello es que también se obliga a establecer el compromiso de profesar la fe católica y a prometer no volver caer en el error. Pero si no se someten a estas condiciones y son sorprendidos en la ciudad se amenaza con la deportación. L. Desanti, en su magnífico estudio14, hace observar que en dicha ley no se castiga tanto el ejercicio astrología como la teoría (mathesis), menos peligrosa desde el punto de vista político aunque no desde el religioso.

14 L. DESANTÍ, Sileat omnibus perpetuo divinandi cuniositas. Indoviní e sanzioninel dirirto romano, Milano, 1990.

Así lo pueban, en su opinión, varios elementos, como la ausencia de toda alusion a clientes o consultantes o que el rito prevea quemar los codices de mathematici; se trata de libros de los «teóricos» de astrología y no de quienes la aplican. Que la ley de Honorio considera a los cultores de la astrología como heréticos viene probado por dos hechos: cumplen el rito en presencia del obispo y hacen profesión de fe católica. La quema libros, aunque conocida también en la legislación romana es propia de procesos de herejía; la expresión secreta erroris sui debemos entenderla. Pues, en sentido teológico.

Las constitutiones de Valentiiano III tietíen una parecida orientación:

Sirm. 6: IMPP. THEODOSIUS A. ET VALENTINIANUS CAESAR AMATIO V.l. PRAEF(ECTO) PR(AE)T(O)R(IO) GALL(IARUM) … Sane quia religiosos populos nullis decet superstitionibus depravari, Manichaeos omnesque haereticos vel schismaticos sive mathematicos omnemque sectam catholicis inimicam ab ipso aspectu urbium diversarum exterminari debere praecipimus, ut nec praesentiae quidem criminosorum contagione foedentur … DATA VII IDUS IULIAS AQUILEIAE D.N. THEDOSIO A. Xl ET VALENTINIANO CONSS.

Esta ley, fechada en el 425 d.C., es larga y heterogénea: comienza con los privilegios eclesiásticos, sigue luego con los obispos adheridos a las herejías pelagiana y celestiana (a quienes se les da 25 dias para volver fe católica o ser expulsados de La Galia) y finalmente se dirige a los maniqueos (y heréticos en general), cismáticos y astrólogos y toda la secta enemiga de los católicos que deberán abandonar la ciudad para evitar el contagio peligroso.

Otra nueva constitutio se dirige también cii el 425 a los maniqueos, heréticos, cismáticos y astrólogos:

CTh. XVI, 5. 62: IPM. THEOD(OSIUS), A. ET VAL(ENTlNI)ANUSCAES. AD FAUSTUM P(PRAEFECTUM) U(RBI). Manichaeos haereticos shismaticos sive mathematicos omnemque sectam catholicis inimicam ab ipso aspectu urbis Romae exterminari praecipimus, ut nec praesentiae criminosorum contagione foedetur. Circa hos autem maxime exercenda commonitio esr, qui pravis suasionibus a venerabilis papae sese communione suspendunt, quorum schismate plebs etiam reliquia vitiatur. His conventione praemissa viginti dierun condonavimus indutias, intra quos nisi ad communionis redierint unitatem, expulsi usque ad centesimum lapidem solitudine quam eligunt macerentur. DAT. XVI KAL. AUG. AQUIL(EIAE) THEOD(OSIO) A. XI ET VEL(ENTINI)ANO CAES. CONSS.

En esta ocasión se dice que disponen de 20 días desde la promulgación de la ley para entrar en la ortodoxia. De lo contrario serán expulsados hasta la milla 100 (es decir, de Roma solo?). Observemos que los astrólogos son citados junto a los heréticos y que no existe alusión a eventuales consultantes: son los mismos cultores que persigue Honorio. No obstante la posición del emperador Valentiniano, según observa Desanti, es moderada pues cabe la posibilidad arrepentirse, la pena es sólo de expulsión y no se hace alusión a la deportatio para casos reincidencia.

En cualquier caso la suma de fuerzas de la patrística con los decretos de los emperadores cristianos surtió efecto, pues la astrología parece haber desaparecido casi completamente en Occidente a mediados del siglo V.

La situación parece haber sido otra en la pars orientis. Teodosio II (contemporáneo de Valentiniano III) no dejó constitutiones en materia de adivinación, si bien recoge en su Codigo (IX, 16) la legislación anterior. El Código Teodosiano (Teodosio II) no alude a mathematici en el título De haereticis y elimina la constitución de Valentiiano III (425-455) que introducía esa asimilación.

El siglo V conoce, sin embargo, en Oriente el auge de astrología. Mientras la Mathesis de Firmico Materno (h.340) es el último tratado astrológico escrito en latín, en Oriente existe una proliferación de libros teóricos. De los numerosos astrólogos de reconocido prestigio recordaremos los nombres de Proclo de Constantinopla (430-485) (considerado el último representante de la Academia y autor de numerosas obras contenido astrológico como Sobre Ptolomeo, Hypotiposis, etc.), Ammonios, Juliano de Laodicea, Rhetorios y Palchos. La mayor parte de lo que se conserva de sus obras puede hallarse en el apéndice del célebre CCAG15.

15 Una síntesis puede encontrarse en: Anne Tihon, «L’astronomie Bizantyne (du V au XV siécle)», Byzantion 51, 1981, 603-624; A. Tilion, «La astronomía en el mundo bizantino», en A. Pérez Jiménez (ed.), Astronomía y Astrología de los orígenes al Renacimiento, Madrid, 1992, 211-236 com abundante bibliografía. Sobre los horóscopos del coronación del siglo V: D. Pingree, «Historical Horoscopes». Journal of the American Oriental Society 82, 1962, 487-502; íd «Political Horoscopes from the reign of Zeno”, Dumbarton Oaks Papers 30, 1976, 135-150.

¿Cuáles fueron las razones por las que la astrología lejos de ser asimilada a las herejías conoce en Oriente un periodo de esplendor? A mi juicio el hecho de que mientras en Occidente la astrología fue una astrología horoscópica (pensemos, por ejemplo, en las páginas que le dedica Macrobio en sus Saturnalia con la inclusión del thema mundi),en Oriente, por el contrario, tuvo una mayor dependencia de la astronomía y de la ciencia en general. Con razón advierte T. Barton16 que cuando Lido escribe su obra Sobre los signos celestes, bajo el reinado de Justiniano, bebiendo en la documentación astrológica del siglo anterior, «there is no sign of natal astrology».

16 Ancient Astrology, London, 1994, 82-83.

La presencia de la obra del prestigioso astrónomo alejandrino Ptolomeo es grande entre los astrólogos del siglo V hasta el punto de que la colección de aforismos astrológicos (de finales del siglo V) conocida como Centiloquium fue durante largo tiempo atribuida a Ptolomeo, sin duda a causa de su afinidad con el Tetrabiblos. En muchas ciudades del Oriente la astronomía se confunde con la astrología hasta tal punto que, como dice P. Chuvin, es difícil «démêler» lo que se debe a una y a otra.

Hasta mediados del siglo VI en gran número de ciudades griegas, la astrología formaba parte del quadrivium e incluso de la formación del filósofo. Así, la obra del astrólogo Paulo de Alejandría y, en especial su Eisagogikà (concluída en el 378 d.C.) era aún estudiada aún en el 564 en un curso, dirigido quizá por Olimpiodoro, celebrado en la ciudad egipcia18.

18 E. Boer (ed.). Eisagogika, Pauli Alexandrini Elementa Apotelesmatica, Leipzig, 1958.

La Iglesia se ocupó poco de la ciencia, convencida -como expresa uno de sus doctores, S. Agustín (De Civ. Dei. IX,20;IX,22; Conf. V,3,4-5;V4,7)- de que el conocimiento científico ofrecía demasiados riesgos para ser de provecho al verdadero cristiano. De esta forma en las ciudades de Oriente, la astrologia quedó a salvo de persecuciones. La enfrentada actitud ante la astrología de dos cristianos contemporáneos, Agustín de Hipona y de Sinesio de Cirene, de una y outra parte del Imperio, es suficientemente reveladora. Mientras el primero vierte -como hemos visto- durísimos ataques contra las prácticas astrológicas, el segundo interesado por la ciencia teórica y experimental «creía en el poder de la astrologia para predecir acontecimientos así como en el control que ejercen los astros sobre el destino de los seres»19.

19 M.E. Gil Egea, «De augurios y sortilegios. La labor pastoral de San Agustín frente a la superstitiode sus fieles», en Vescovi a pastori in epoca teodosiana. XXV Incontro di studiosi dell’ antichitá cristiana, Studia Ephemeridis Augustinianum58,Roma, 1997, 715.

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“Cuando la forma del Gran Misterio se manifiesta, se perpetúa, con su raíz, en la eternidad”.

De Signatura Rerum“, Jakob Böhme

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